El año 1970 significó un
hito histórico para los bloques socialistas, pues por primera vez en la
historia de la humanidad, el marxismo triunfaba en las urnas, es decir, llegaba
al gobierno por medio de la vía electoral. Desde comienzos del siglo pasado,
las revoluciones se habían hecho por vía armada, siguiendo el ejemplo de la
Revolución Mexicana y la Revolución Rusia de 1917.
La agitación social de la
época, los distintos movimientos revolucionarios y la ascensión de Allende a la
presidencia, significó un peligro inmediato para los intereses económicos del
Imperialismo Norteamericano, sobre todo porque dentro del programa político de
la Unidad Popular, había serias intenciones, la mayor parte materializada, de
nacionalizar fábricas y compañías de carácter estratégico para desarrollar una
economía social. Por otro lado, grupos más radicalizados, reiteraban los
llamados a sabotajes y bombazos a fábricas y empresas extranjeras con la
intención de alcanzar el control obrero. Por otro lado, tanto en poblaciones
como en centros de estudios, se comenzaba a construir el sueño socialista del
poder popular, expresado en tomas de terrenos con organización al margen de la
institucionalidad, ejemplo de ello podemos verlo en el documental “Campamento Nueva La Habana”. [Ver documental]
Miguel Henríquez,
secretario general del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (en adelante MIR)
era uno de los más acérrimos críticos del gobierno de Allende,
pues el movimiento político que representaba, tenía claro que lo que se estaba
gestando en Chile, significaría una masacre masiva organizada por la burguesía
y aristocracia chilena e internacional. Meses antes, Miguel Enríquez anunciaba
el golpe de Estado y llamaba al pueblo chileno a armarse para enfrentar al
fascismo, pues se sabía que lo que se vendría no sería precisamente una
primavera. [ver www.archivochile.com]

La polarización política
en Chile durante esos años, significó un quiebre político donde las distintas
fuerzas se enfrentaban tanto en el congreso, como en las calles, unos llamaban
al enfrentamiento directo o Guerra Civil, otros llamaban a defender
democráticamente el proceso, otros llamaban a plebiscito para ver si Allende
terminaba su periodo y otros tantos –algunos arrepentidos el día de hoy-
llamaba a las Fuerzas Armadas y de Orden a proteger la institucionalidad en un
país que se estaba revolucionando por todos lados. La traición de los
golpistas, estaba fraguada desde mucho tiempo antes e hizo su aparición
definitiva el día 11 de septiembre del año 1973.
Las Fuerzas Armadas
aplicaron la Doctrina del Shock, fueron financiadas por Estados Unidos y sus
órganos de inteligencia. Augusto Pinochet Ugarte comienza a combatir el marxismo
e instala el modelo de Milton Friedman. Será reconocido y admirado, una
verdadera fuente de inspiración para el resto de países que ansían un modelo
económico de mercado. (min. 11:41-22:20 Ibid).
Este combate será llamado limpieza y
quedarán registros en El libro blanco del
cambio de gobierno en Chile, publicado tras el golpe militar. Este texto
justifica el golpe y el actuar violento en Chile, aludiendo al Plan Zeta, es decir, por medio de este
libro, el régimen militar busca justificar y explicar la necesidad de
implementar el Shock en Chile, generando la sensación de que Chile tenía un
enemigo interno, es decir una verdadera guerra ideológica y psicológica.
Las prácticas
dictatoriales de Pinochet, ejecutadas principalmente por la Dina y
posteriormente por la CNI, constituirán un verdadero arte de gobernar. El
informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, más conocido como Informe Rettig, exponen las formas
legales, institucionales y procedimentales construidas por las autoridades
militares, las que permitían operar a los agentes bajo resguardo e impunidad.
De esta manera, la
tortura se convierte en una práctica sistemática que pretende re-educar a ciudadanos/as que respeten el orden y la institucionalidad. Además de generar
un shock masivo en la población, por medio del terrorismo de Estado, se
subyugarán cuerpos, cuyas voluntades resquebrajadas por el dolor y la
humillación darán paso a nuevas historias y leyendas que construyen el
imaginario colectivo del Chile actual. La biopolítica se hará expresa en
cuerpos y quedará testimoniada en dolorosos recuerdos escritos por manos culpadas,
culpables y culpadoras.
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